"La trágica historia de las hermanas Mirabal,
el origen del día contra la violencia de género"
*Asesinadas por orden del tirano dominicano
Rafael Trujillo, las "Mariposas" son un eterno símbolo de la
resistencia a las injusticias y la opresión.
07:25
AM - 25 Nov, SAMANÁ, RD *-. "Después de apresarlas, las condujimos al
sitio cerca del abismo, donde ordené a Rojas Lora que cogiera palos y se
llevara a una de las muchachas. Cumplió la orden en el acto y se llevó a una de
ellas, la de las trenzas largas, María Teresa. Alfonso Cruz Valerio eligió a la
más alta, Minerva, yo elegí a la más bajita y gordita, Patria, y Malleta al
chofer, Rufino de La Cruz.
Ordené a cada uno
que se internara en un cañaveral a orillas de la carretera, separadas todas
para que las víctimas no presenciaran la ejecución de cada una de ellas. Traté
de evitar este horrendo crimen, pero no pude, porque tenía órdenes directas de
Trujillo y Johnny Abbes García. De lo contrario, nos hubieran liquidado a
todos".
(Testimonio de Ciriaco
de la Rosa, uno de los asesinos, ante el tribunal, junio de 1962).
"La fiesta del
Chivo" (Alfaguara, 2000), es posiblemente el último gran libro de Mario
Vargas Llosa.
No sólo por el
brillante estilo de las tres historias que contiene –y que es sólo una–:
también por la reconstrucción (perfecta obra de relojería) del plan de la
resistencia para matar al tirano Rafael Leónidas Trujillo, amo y señor de horca
y cuchillo que gobernó a la República Dominicana desde el 16 de agosto de 1930
hasta la noche del mayo de 1961, cuando terminó su borrachera de poder
omnímodo acribillado a tiros en la carretera que une Santo Domingo con San
Cristóbal.
Lo mataron los
conspiradores Juan Tomás Díaz (general retirado), José Román Fernández, Antonio
De la Maza (en venganza: Trujillo ordenó asesinar a su hermano), y Amado
García, su custodio personal.
El pueblo dominicano
–que por años lo había llamado "padrecito"– respiró la primera
bocanada de libertad. Nadie olvidó los miles de encarcelados, torturados,
asesinados en las mazmorras del dictador. Y mucho menos al mayor y más doloroso
símbolo de la resistencia: las hermanas Mirabal.
Las Mariposas. María
Teresa, Patria, Minerva y Bélgica Adela (Dedé) Mirabal Reyes nacieron y se
criaron en un hogar rural de buen nivel económico en Ojo de Agua, municipio de
Salcedo. Su padre, Enrique, exitoso hombre de negocios, las hizo estudiar como
internas en el Colegio Inmaculada Concepción de La Vega, regido por monjas
españolas de la Orden Franciscanas de Jesús. Un mundo equilibrado y feliz.
Pero Trujillo habría de acabar con todo. Y también, entre tantos atropellos, con
casi toda la fortuna de Enrique Mirabel.
Sus hijas, salvo Dedé, no tardaron en comprender que ese grotesco tirano
cubierto de medallas falsas –se autocondecoraba– que se hacía llamar El Jefe,
El Generalísimo, El Chivo (por su supuesto vigor sexual), El Padre de la
Patria, tildado también El Chapita por su pecho ornado de chafalonías, sería el
germen de la destrucción nacional. El Padre del Caos.
Y no tardaron en
alistarse en la resistencia contra ese "enano huachafo (cursi) y
criminal", como lo definió Vargas Llosa. El grupo de oposición se llamó 14
de junio en memoria de una fracasada insurrección contra Trujillo ese día de
1959. Pero la clandestinidad era caminar por una cuerda floja a punto de
romperse.
Casi todo el país
estaba controlado por el siniestro SIM (Servicio de Inteligencia Militar), cuyo
máximo y más pérfido cerebro era un tal Johnny Abbes, más tarde reemplazado por
el marino Cándido Torres Tejada, y al final por José (Pupo) Román Fernández,
ambos militares y diestros jefes de las redes de delación y de las siniestras
cárceles del Chivo.
A una de esas
cárceles (La Victoria) fueron a parar varias veces dos de las hermanas Mirabel:
Minerva y María Teresa, ambas casadas y madres, y también sus maridos. Todos
padecieron torturas, y ellas, además, violaciones. Pero La Bestia Negra –otro apodo de Trujillo–
no estaba conforme.
El 18 de mayo de 1960, las dos y sus maridos
fueron juzgados "por atentar contra la seguridad del Estado
dominicano" y condenados a tres años de prisión. Pero fue una trampa…
Apenas tres meses más
tarde, el 9 de agosto y extrañamente, el tirano ordenó que Minerva y María
Teresa fueran liberadas, pero no sus maridos. Un disfraz de generosidad para la
tragedia que se incubaba: en realidad, todo estaba decidido de antemano, y paso
a paso…
El sanguinario
dictador Rafael Trujillo******
Primer acto. Trujillo
le ordenó al general Román que mudara a los maridos de las hermanas a la cárcel
de Salcedo, para evitarles el largo viaje desde sus casas hasta la cárcel de
Victoria. Segundo acto.
El teniente Víctor
Alicinio Peña Rivera recibe del general Román estas instrucciones, que mucho
después recordará en su libro de memorias: "Hay que disponer el traslado a
Puerto Plata de los esposos de las hermanas Mirabal. La justificación del
traslado será el descubrimiento de armas clandestinas dirigidas al movimiento
que ellas encabezan.
La idea es que ellos
nos ayuden a determinar si las personas apresadas son miembros de ese
movimiento. Una vez terminado esto, les puedes decir que serán regresados de
nuevo a Salcedo. Una vez trasladados les prepararás una emboscada en la
carretera a las hermanas Mirabal. Deben morir. Se simulará un accidente
automovilístico. Ese es el deseo del jefe".
Al otro día, el cabo
de policía Ciriaco de La Rosa llegó al cuartel del SIM en Santiago, pidió
cuatro agentes y un vehículo, Peña Rivera designó a Alfonso Cruz Valerio,
Emilio Estrada Malleta, Néstor Antonio Pérez Terrero y Ramón Emilio Rojas Lora.
El 18 y el 22 de noviembre no se atrevieron a cumplir su orden de muerte porque
las hermanas "viajaban con niños". Pero el 25 iban sólo con el chofer
Rufino de la Cruz y otra de las Mirabel: Patria.
Luego de visitar a sus
maridos en Puerto Plata pusieron proa a Salcedo. A sus casas. Pero cuando el
jeep llegó al puente de Marapica, cuatro hombres les cruzaron un cepillo: así
llamaban al Volkswagen escarabajo. Las tres hermanas, a punta de pistola,
fueron obligadas a subir a ese auto: el de sus verdugos.
Los dos vehículos
llegaron al patio de la casa de Minerva y María Teresa, en La Cumbre,
Salcedo. Peña Rivera repartió pañuelos de seda entre sus tres
compañeros, "para ahorcarlas". Los gritos de ellas no se oyeron: la
casa era de adobe y estaba forrada con madera de caoba.
Luego, aun
agonizantes, las remataron a palazos. Sus cuerpos –también el del chofer–,
cargados en uno de los autos. Y el auto, arrojado al fondo de un barranco para
simular un accidente y atribuirle los golpes mortales.
Sucedió el 25 de
noviembre de 1960. Hace cinco décadas y siete años. Minerva tenía 26 años.
Patria, 30. María Teresa, 36. Entre las tres, cinco hijos.
El final no las
sorprendió: siempre sospecharon que estaban condenadas a muerte. Minerva llegó
a proclamar:
–¡Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte!
No se equivocó. Rafael
Leónidas Trujillo murió asesinado por la resistencia apenas seis meses después.
Final celebrado por la
mayoría del pueblo. A pesar de vivir postrado bajo la feroz tiranía del tan
atroz como ridículo personaje investigado y descripto por Mario Vargas Llosa en
su novela, el asesinato de las hermanas Mirabal, las "Mariposas"
(nombre en clave que usaban para sus mensajes en la resistencia), desató un
ciclón de furia, odio y alegría ante el cadáver del tirano que había decidido
extender su poder ad infinitum: al morir tenía 70 años, pero previó
que lo sucedería su hijo Ramfis. No pudo ser: éste murió a los 40 años en un
accidente en la carretera de Burgos, España.
Pero el martirio de
las Mirabal no se olvidó. La fecha de su muerte fue declarada como Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una provincia, una calle, una estación de
subte, un monumento, un billete y hasta una nueva planta, la Salcedoa
mirabaliarum, las recuerdan. Además del Museo Mirabal, que conserva sus ropas y
sus habitaciones tal como estaban al morir.
También cinco
películas y media docena de libros. En cuanto a los centenares de estatuas,
bustos y placas con su nombre que ordenó Trujillo, nada queda. Basura de la
Historia.
(Post scriptum: pero
el castigo a los asesinos fue una farsa. Los instigadores y los autores
materiales, condenados en junio de 1962 a treinta años de prisión… apenas
cumplieron dos. Escaparon en masa aprovechando un levantamiento militar: un
alto jefe les abrió la puerta de la Fortaleza Ozama, donde estaban recluidos. Y
se dispersaron para siempre
No hay comentarios:
Publicar un comentario